domingo, 10 de agosto de 2014

El Desahogo

Lo siento, Dios mío, pero no estoy de acuerdo. Una amiga me acaba de decir "Por más impotencia que nos dé, dejémosle los juicios a Dios", pero no puedo quedarme sin opinar. Tú conoces nuestros corazones, sabes quiénes somos, nuestras faltas, nuestras caídas, pero ya esto se salió de control. No me parece justo lo que está pasando... ¿Hasta cuando nos tendrán con el cuello bajo sus pies, ah? ¿Cuánta desgracia más van a sembrar hasta que esto pueda detenerse? Tú mismo nos dijiste en tu quinto mandamiento "No Matarás", entonces, ¿Por qué les tienes tanta paciencia, Dios mío? "Dios tiene una escandalosa paciencia con el mal" dijo hace poco el padre Carlos Yepes... Y yo sólo me pregunto ¿Por qué lo permites, Dios? ¿Por qué admites tanta barbarie, tanta inclemencia? Más que católica sabes que soy tu criatura, sabes que tú estás en mí, y que yo ya no puedo estar sin ti... Pero esta situación de mi país (Venezuela) es cada vez más inaguantable.
La escoria malandra nos tiene sitiados, aterrados, confundidos... El hampa, ente múltiple sin alma y sin razón, merma día a día nuestra población por simple y puro "placer" de hacerlo. No es por el carro, por el celular, por el dinero, es por la vida, el "poder sobre la vida ajena" es lo que quieren y, que yo sepa, el ÚNICO que debería tener tal poder eres tú, mi Dios.
Hacen y deshacen en un pestañar, y después de sus "hazañas" seguro comen, duermen, van al baño, cargan  a sus inocentes hijos (si los tienen), le pichan parte del botín a sus mujeres y quizá hasta se "persignen" porque el día les fue "productivo".
Y no hay lágrimas que los conmuevan, ni tristeza, ni desolación... Engrandecidos en su "ego" de piltrafas ven cada vida robada como un trofeo que infla aún más su disfraz que ya no cubre su miserable estatura moral.
Y sus madres: ¿Las tienen? ¿Las tuvieron? Un pobre indigente a veces no tiene ni un perro que le lama las llagas, pero basta ver que ocurra alguna reyerta en alguna de las cárceles del país para que se 'espepiten' las madres y concubinas preocupadísimas por sus detenidos. Y sí, tal vez los "mejorcitos" están en la cárcel, y el más vulgar ladrón o traficante está viviendo el infierno que le tocaría por sana justicia vivir  al asesino inclemente que sigue en las calles; pero ¿Dónde empezó a torcerse todo tan irremediablemente? Qué pasó con la familia, con los valores, con el respeto, y el don de SER HUMANO. No creo que la pobreza haya arrasado con su inocencia cual Guaire desbordado. Hay más allí, algo escondido, oculto, terrible: hay la ausencia de un abrazo, de un consejo, del amor puro y simple con el que jamás fueron regados ¿o sí?. Hay la aprobación tácita del "mal vivir" como supervivencia. Una "viveza" hereditaria, contagiosa, maligna, calculadora, apocalíptica. A veces me pregunto ¿Por qué llora un malandro? ¿Llorarán? ¿Tendrán lágrimas dentro de sí? ¿Habrá algo de alma aún dentro de esos cuerpos? ¿la hubo alguna vez? Lo único que sé es que son un organismo tristemente vivo al que aún no se le descubre un talón de Aquiles que los deje irremisiblemente fuera de combate.
A nada le temen, y nada los frena... La droga es sólo "la excusa", el maquillaje para mostrarse tal cual son: porquerías humanas.
No hay justificación alguna para sus actos.
Seguirá quedando todo en tus manos, Dios; pero el venezolano no puede seguir de brazos cruzados.
La asepsia es necesaria.
Perdóname por opinar.