De verdad que yo me empeñaba en tocar y tocar aquella puerta pequeña donde habitaba tanta gente conocida y querida; pero nada pasó. Nunca se abrió. Y fue entonces, cuando aquella puerta inmensa llamada Dios, se abrió de par en par abriéndome miles de puertas más.
Bendito seas, Padre Santo. Gracias.
Tenemos mucho que aprender de ti.